sábado, 11 de abril de 2009
¿“Somos” o “tenemos” un cuerpo?
¿”Somos” un cuerpo o “tenemos” un cuerpo? Para el psicoanálisis lo que define a los humanos es que son seres hablantes –parlêtres o "hablaseres”-, y ese mismo hecho hace, entre otras cosas, que el ser humano no pueda identificarse con su cuerpo. El animal es uno con su cuerpo; en cambio nosotros no “somos” sino que “tenemos” un cuerpo. El cuerpo se convierte entonces en un objeto del que estamos de alguna manera separados. Una de las forma de apropiarnos de él es a través de la imagen del cuerpo, y de allí se origina la fascinación del ser humano por su propia imagen, tal como lo relata el mito de Narciso.
En la época científica, está distancia entre el sujeto y su propio cuerpo, se convierte en un abismo insalvable. Para la ciencia el cuerpo se reduce a eso que llamamos el organismo: una compleja maquinaria cuyos mecanismos podemos poco a poco desmontar y controlar. Día a día los avances científico-técnicos ponen a nuestro alcance los medios para controlarlo y manejarlo cada vez más “eficazmente”, sin embargo, esta relación con el cuerpo como organismo-objeto, deja por fuera lo que nuestro cuerpo representa subjetivamente para cada quién, ese cuerpo del cual y con el cual gozamos y padecemos. Y resulta que mientras más nos inundan los productos del avance de la ciencia, más nos vemos empujados a identificamos a nuestro cuerpo puramente como objeto, menos lo subjetivamos y más nos invade la angustia y la vacuidad. Es en esta falla entre ser y el cuerpo donde el psicoanálisis encuentra su espacio, bajo la forma del síntoma.
Pero esta brecha es también el nicho donde el mercado coloca sus productos. Sustitutos sintéticos de ese “objeto” del que nos hemos visto separados, objetos-mercancía intercambiables que ofrecen llenar el vacío, y que canalizan nuestra angustia e insatisfacción hacia la dinámica de la oferta y la demanda. En este contexto se sitúan los trasplantes y los implantes, las cirugías y modificaciones corporales, la producción artificial de neo-órganos, e incluso la invasión de gadgets multimedia y el arsenal de “pastillas de la felicidad”. Todo ello justificado por la idea de su utilidad pública o privada (su “valor de uso”).
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"El animal es uno con su cuerpo...", me hace recordar "El otro tigre" de Borges:
ResponderEliminarCunde la tarde en mi alma y reflexiono
Que el tigre vocativo de mi verso
Es un tigre de símbolos y sombras
Una serie de tropos literarios
Y de memorias de la enciclopedia
...
Al tigre de los símbolos he opuesto
El verdadero, el de sangre caliente,
El que diezma la tribu de los búfalos
Y hoy, 3 de agosto del 59,
Alarga en la pradera una pausada
Sombra, pero ya el hecho de nombrarlo
Y de conjeturar su circunstancia
Lo hace ficción del arte y no criatura
Viviente de las que andan por la tierra.
...
El otro tigre, el que no está en el verso.
"Parlêtre": Lacan condensa en este feliz neologismo "parler" (hablar) y "être" (ser). ¡Intraducible! Puede documentarse en internet una decena de versiones: "hablaser", "hablanteser", "serhabla", "parlaser", "palabreanteser" (¡mi Dios!)... Ninguna alcanza el guiño sonoro del original, y en general repugnan al oído musical. Una opción menos disonante sería "hablente", pero tiene el grave defecto de igualar "ser" y "ente". ¡La sazón de cada lalengua, es intraducible!
ResponderEliminarpar lettre tambien puede traducirse "epistolar", "por carta".
ResponderEliminarPor letra circula. por carta envía sus e-pistoladas